La demencia senil es un síndrome en el que el sujeto afectado va perdiendo sus capacidades cognitivas. Es un grupo de síntomas generados por diversas causas, todas ellas asociadas con cambios en el funcionamiento del sistema nervioso tal y como analizaremos más adelante.
El deterioro de las funciones cognitivas viene dado por el envejecimiento de las células cerebrales, pudiendo provocar confusión mental, dificultad en la toma de decisiones, desorientación espacial, dificultades de comunicación, deterioro intelectual, pérdida de memoria.
Así, con el transcurso del tiempo, suele ser común que el afectado presente dificultades para reconocer un rostro o para expresar y pronunciar ideas. Otro síntoma que se manifiesta a menudo es el deambular errático provocado por la desorientación espacial.
Además, se da un aumento de conductas agresivas, de desinhibición extrema, negatividad, intrusividad, alteración del estado de ánimo... El cambio de personalidad de la persona a su cargo, suele ser uno de los puntos más complicados para el cuidador.
Estos síntomas están estrechamente relacionados con la tercera edad, siendo especialmente habituales a partir de los 85 años. De hecho, el 50% de los individuos que superan esa franja de edad presentan síntomas de demencia senil, aunque su presencia ya suele ser significativa a partir de los 65 años.
Existen varias acciones que el cuidador puede llevar a cabo tanto para asegurar una buena calidad de vida de la persona cuidada como para prevenir la progresión de la enfermedad, tal y como afirma Piédrola “En relación con la dependencia, la demencia plantea nuevos retos a la sociedad y al sistema sanitario, como son el respeto a la autonomía del paciente, la información al paciente y a la familia, la posibilidad de complementar el documento de voluntades anticipadas, el consentimiento informado y, en especial, la elección de un tutor o representante”, temas de los que ya hablamos en el anterior post sobre la dignidad del anciano.
Al mismo tiempo, podemos llevar a cabo diversos ejercicios para estimular su desarrollo cerebral, mejorando la memoria, la atención y el lenguaje. Desde adivinanzas, actividades físicas o el baile, hasta el relato de cuentos y reuniones sociales con familiares y amigos.
El cuidado de la demencia senil suele venir acompañado de una serie de emociones difíciles de gestionar, especialmente cuando se trata de un familiar. La persona deja de reconocernos y su personalidad cambia por completo, desarrollando nuevas conductas a menudo negativas hacia nosotros. Esto nos genera emociones de tristeza o de pérdida, experimentando un proceso similar al del duelo. Es normal que estas emociones nos afecten, por lo que no debemos negarlas. Asimilarlas y comprenderlas será clave para cuidarnos también a nosotros mismos.
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